Por:  Nilda L. Bello Fernández, Cristobalina Valdés Marrero
y Sergio V. Conde León

Estructura de la piel. Está constituida por 3 capas superpuestas: la epidermis, la dermis y la hipodermis o tejido graso subcutáneo; se agregan anexos cutáneos como el aparato pilosebáceo, las glándulas sudoríparas ecrinas, las glándulas apocrinas y las uñas.

Epidermis. Epitelio de superficie plano, poliestratificado, queratinizado y con 4 capas, que excepto la capa basal, comprenden cada vez más capas de células (Fig. 2.1). El orden de los estratos desde el interior hacia la superficie es: basal, espinoso, granuloso y córneo (capa cornea).

image Fig. 2.1. Estructura de la piel.

Desde el punto de vista funcional se distinguen 3 regiones, las que se renuevan desde la base de modo permanente:

1.    Zona proliferativa (estrato basal). Renovación celular (epidermopoyesis).

2.    Zona de diferenciación (estrato espinoso y granuloso). Diferenciación y maduración celular.

3.    Zona funcional (capa córnea). Formación de una capa córnea protectora, eliminación celular.

Proliferación y relaciones entre las células. La epidermis es un tejido mutante, en el que suceden la neoformación permanente y regulada de queratinocitos (zona de proliferación) y la eliminación de estos (zona funcional, capa córnea). La dinámica de la epidermopoyesis se regula de modo funcional.

La zona de proliferación (células basales y suprabasales): depósito de células proliferativas (células madre y células más proliferativas) que probablemente se organizan en unidades funcionales (unidad proliferativa epidérmica). Solo una parte de las células son realmente proliferativas (alrededor del 60 %), el resto tiene una función de reserva (activación para la curación de las heridas o en las enfermedades cutáneas proliferativas). Cada día se producen unas 1 200 células nuevas por milímetro cuadrado. Las células posmitóticas diferenciadas migran hacia la superficie cutánea. El tiempo de tránsito (desde la formación hasta su eliminación) es de unas 4 semanas (estrato espinoso y granuloso, unas 2 semanas, y estrato córneo, otras 2 semanas).

Dermis. La dermis conjuntiva se divide en 2 estratos:

Estrato papilar. Tejido conjuntivo superficial, delgado y abundante en células y vasos. Su superficie forma papilas y contiene numerosos capilares. Este "solapamiento" e incremento de la superficie de contacto explica la unión mecánica entre la epidermis y la dermis, así como también la nutrición de la epidermis carente de vasos y la cooperación en las reacciones defensivas.

Estrato reticular. La capa más profunda y gruesa es rica en fibras, aporta firmeza del tejido conjuntivo cutáneo y se confunde en profundidad con el tejido subcutáneo. Contiene los anexos cutáneos, los vasos sanguíneos y linfáticos y los nervios.

La dermis incluye (como todos los tejidos conjuntivos) células fundamentales, fibras y sustancia fundamental (matriz extracelular).

Hipodermis. La grasa subcutánea, derivada embriológicamente del mesénquima, es otro importante componente de la piel, sirve como almohadilla absorbente de golpes, protege estructuras vitales; mantiene el calor corporal al actuar como aislante y reservorio de energía en caso de ayuno. Además, permite el desplazamiento y movilidad de la piel sobre los planos profundos. Es el soporte de vasos sanguíneos y nervios que pasan desde los tejidos subyacentes hacia la dermis. Los folículos pilosos y glándulas sudoríparas se originan en este nivel.

Desarrollo de la piel. La piel se desarrolla a partir del ectodermo y mesodermo. En el primer trimestre del embarazo aparecen la epidermis, la dermis y los anexos cutáneos, se pueden reconocer los melanocitos y las células de Langerhans y Merkel. Durante el segundo trimestre existen indicios de diferenciación (queratinización), se desarrollan los anexos (lanugo y glándulas sebáceas), el tejido subcutáneo y los vasos de la piel. En el tercer trimestre prosigue la maduración funcional y el crecimiento progresivo de la piel.

El parto representa para la piel un súbito cambio del medio externo líquido (líquido amniótico) hacia el aéreo (y la ropa).

Durante la pubertad y la adolescencia ocurre el desarrollo de la delgada piel infantil, para convertirse en la resistente piel del adulto con los rasgos sexuales secundarios (vellos femenino o masculino). La piel del anciano muestra signos de atrofia y pérdida definición (glándulas cutáneas). Las distintas fases del envejecimiento cutáneo se corresponden con enfermedades cutáneas características.

Funciones de la piel. La función de la piel depende de su situación única entre el entorno y el "interior". Sus funciones principales de protección y comunicación se realizan en el medio interno y externo.

Órgano de protección y barrera. Protección y barrera del medio externo. La piel, como órgano externo, se expone a muchos estímulos ambientales deseables o no deseables (microorganismos y estímulos mecánicos, térmicos, de radiaciones o químicos). Los estímulos de intensidad fisiológica son estimulantes y estabilizan la función. Los distintos estímulos de intensidad a la fisiológica se encuentran en primer lugar con los mecanismos de defensa y protección locales de la piel, además, se pueden activar mecanismos de defensa generales. Cuando el estímulo exacerba los mecanismos de defensa y protección de la piel se originan lesiones.

Las funciones protectoras de la piel son:

Defensa ante las infecciones por virus, bacterias u hongos. La película superficial cutánea tiene un efecto antimicrobiano, la capa córnea representa una barrera para los agentes patógenos. Cuando ocurre una herida (puerta de entrada) sucede una reacción defensiva de la piel en forma de inflamación local.

Defensa frente a los estímulos nocivos mecánicos. Las propiedades biomecánicas de la piel constituyen una barrera ante las lesiones y las heridas. La capa córnea compacta y flexible y el tejido conjuntivo de la dermis rico en fibras protegen la piel de los estímulos nocivos cortantes; el tejido graso subcutáneo amortigua los golpes romos violentos y distribuye y atenúa su efecto. Los pelos y las uñas también desempeñan una función defensiva.

Defensa frente a estímulos nocivos térmicos. La piel actúa como barrera aislante (sobre todo el tejido subcutáneo). La circulación sanguínea (90 % de la circulación cutánea sirve para la termorregulación y 10 % para la nutrición) y la secreción de las glándulas sudoríparas (sudor termorregulador) permiten la termorregulación reactiva. La circulación y la sudación termorreguladora están especialmente desarrolladas en las personas "desnudas" para compensar la pérdida evolutiva del pelo protector.

Defensa ante las radiaciones nocivas. La piel refleja y absorbe la luz. Después de la reflexión-absorción de la luz en la película superficial y en la capa córnea se produce la absorción de los rayos que hayan penetrado por la melanina, no obstante, los daños celulares (de los ácidos nucleicos) debidos a la radiación se evitan por los mecanismos de reparación enzimáticos.

Defensa frente a estímulos nocivos químicos. La piel posee capacidad tampón en la película superficial cutánea y es una "barrera a la penetración" por el estrato córneo, las macromoléculas no pueden atravesar esta barrera. Las moléculas de menor tamaño pueden atravesarla (mediante la capa lipídica intercelular), pero se encuentran con una "barrera metabólica" representada por la enzima que metaboliza las sustancias extrañas (el sistema del citrocromo P450). Si los estímulos nocivos químicos consiguen alcanzar las células epidérmicas vivas, estas desencadenan mecanismos de defensa bioquímicos e inmunológicos (activación de enzimas, liberación de citocinas y mediadores de la inflamación e inmune); la penetración percutánea sirve también para el tratamiento dermatológico local.

Barrera del medio interno. La piel impide el intercambio descontrolado de sustancias entre el cuerpo y el entorno, por lo que resulta fundamental para la homeostasis interna. Cuando se originan lesiones o defectos existe el riesgo de pérdida de líquido, electrólitos y proteínas, lo cual provoca alteraciones del metabolismo o pérdidas de sangre. En estos casos, la pérdida de la piel sería mortal; desafortunadamente se ha empleado como pena de muerte (desollamiento).

Función sensitiva. La piel tiene receptores sensitivos distribuidos en toda su superficie, que le permiten el reconocimiento del ambiente y la defensa ante los peligros. Los estímulos adecuados provocan las sensaciones de tacto, presión, temperatura y dolor, lo cual proporciona el reconocimiento de la intensidad y la procedencia del estímulo (palpación de un tumor cutáneo, picadura de insecto en la espalda, uña dentro del zapato, agua demasiado caliente,etc.). Los estímulos pueden provocar reacciones motoras voluntarias o involuntarias reflejas (ejemplo, control de la motricidad uña de la mano, reflejo de huida ante un estímulo doloroso).

Función de comunicación y expresión. La piel como órgano superficial desempeña un papel indispensable en la comunicación psicosocial, sobre todo al nivel facial. Su aspecto sería valorado para obtener conclusiones acerca de la edad, el estado anímico y el carácter (la piel como espejo del alma), también para descartar posibles enfermedades internas (la piel como espejo de las enfermedades internas). El estado y el aspecto de la piel determinan en gran medida la propia imagen de cada persona, por lo que se manipula de modo voluntario (cosméticos, solarium). La piel normal y enferma tiene una importante dimensión psicosocial.

Función metabólica y de reserva. La piel puede acumular agua en forma de edema y desecarse ante una gran pérdida de agua. Cuando se ocurre sobre alimentación se puede acumular exceso de grasa en la piel (adiposidad), mientras que en la desnutrición se pierde dicho depósito (caquexia). Al nivel metabólico se destaca la síntesis fotoquímica de la vitamina D (si falta la luz solar puede producirse raquitismo).

En los seres humanos 90 % de la vitamina D proviene de la piel y solo 10 % de los alimentos. El 7-dehidrocolesterol en la epidermis absorbe radiaciones con longitud de onda menor que 20 nm, por lo que se convierte en provitamina D, la que se encuentra en mayor cantidad en la capa basal y espinosa. La provitamina se isomeriza de forma térmica para formar la vitamina D (colecalciferol) en el hígado; en el riñón una segunda hidroxilación la transforma en calcitriol, compuesto biológicamente activo.

Órgano de alta complejidad inmunológica. Participa en la vigilancia inmunológica. Dado que sus células (queratinocitos, linfocitos, fibroblastos, melanocitos y células de Langerhans, entre otras) sintetizan numerosas sustancias inmunológicamente activas, interviene como "portero inmunológico" en el reconocimiento y la internalización de antígenos, autorregula el crecimiento y la diferenciación de sus componentes celulares, participa activamente en el tráfico linfocitario y es uno de los órganos "diana", en los complicados mecanismos de la inflamación. Las sustancias inmunológicamente activas son interleuquinas, factores transformadores de crecimiento, factores estimuladores de colonias, interferones y citolisinas.

Bibliografía

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