1. Beneficencia: benevolencia o no-maleficencia, principio ético de hacer el
bien y evitar el daño o lo malo para el sujeto o para la sociedad. Actuar con
benevolencia significa ayudar a los otros a obtener lo que es benéfico para
ellos, o que promueva su bienestar, reduciendo los riesgos maléficos, que les
puedan causar daños físicos o psicológicos.
2. Autonomía: principio ético que propugna la libertad individual que cada uno
tiene para determinar sus propias acciones, de acuerdo con su elección.
Respetar a las personas como individuos autónomos significa reconocer sus
decisiones, tomadas de acuerdo con sus valores y convicciones personales.
Uno de los problemas en la aplicación del principio de autonomía en los
cuidados de enfermería, es que el paciente puede presentar diferentes niveles
de capacidad de tomar una decisión autónoma, dependiendo de sus
limitaciones internas (aptitud mental, nivel de conciencia, edad o condición de
salud) o externas (ambiente hospitalario, disponibilidad de recursos existentes,
cantidad de información prestada para la toma de una decisión fundamentada,
entre otras).
3. Justicia: una vez determinados los modos de practicar la beneficencia, el
enfermero necesita preocuparse por la manera de distribuir estos beneficios o
recursos entre sus pacientes como la disposición de su tiempo y atención
entre los diversos pacientes de acuerdo a las necesidades que se presentan.
Justicia es el principio de ser equitativo o justo, o sea, igualdad de trato entre
los iguales y trato diferenciado entre los desiguales, de acuerdo con la
necesidad individual. Esto significa que las personas que tienen necesidades
de salud iguales deben recibir igual cantidad y calidad de servicios y recursos.
Y las personas, con necesidades mayores que otras, deben recibir más
servicios que otros de acuerdo con la correspondiente necesidad. El principio
de justicia está íntimamente relacionado a los principios de fidelidad y
veracidad.
4. Fidelidad: principio de crear confianza entre el profesional y el paciente. Se
trata, de hecho, de una obligación o compromiso de ser fiel en la relación con el
paciente, en que el enfermero debe cumplir promesas y mantener la
confiabilidad. La expectativa del paciente es que los profesionales cumplan las
palabras dadas. Solamente en circunstancias excepcionales, cuando los
beneficios de la ruptura de la promesa son mayores que su manutención, es
que se puede quebrarla. La confianza es la base para la confidencia
espontánea, y los hechos revelados en confidencia hacen parte del secreto
profesional del enfermero.
5. Veracidad: principio ético de decir siempre la verdad, no mentir y ni engañar
a los pacientes. En muchas culturas la veracidad ha sido considerada como
base para el establecimiento y manutención de la confianza entre los
individuos. Un ejemplo de variación cultural sería sobre la cantidad de
información a ser prestada en relación al diagnóstico y tratamiento. Así, puede
ser difícil elaborar un formulario para obtener el consentimiento del paciente, a
quien no se le ha comunicado su diagnóstico. El profesional debe evaluar la
importancia que tiene para el participante conocer su diagnóstico con relación
al tratamiento o cuidado pretendido.
6. Confidencialidad: principio ético de salvaguardar la información de carácter
personal obtenida durante el ejercicio de su función como enfermero y
mantener el carácter de secreto profesional de esta información, no
comunicando a nadie las confidencias personales hechas por los pacientes.
Evidentemente, observaciones técnicas relacionadas con el diagnóstico o
terapéutica deben ser registradas en las fichas clínicas, pues son de interés de
todo el equipo de salud. En caso que el paciente revele, confidencialmente, una
información que sea de interés de algún miembro del equipo, se debe solicitar
autorización al paciente para revelarla al profesional específico, o solicitar para
que él lo haga personalmente.
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