Por: Carlos Lovesio
España, noviembre de 2010.- IntraMed entrevistó al Dr. Carlos Lovesio,
uno de los fundadores de la Terapia Intensiva en nuestro país. Miembro de Honor
de la Sociedad Española de Medicina Intensiva y Unidad de Cuidados Intensivos.
Acerca de la diferencia entre “dejar morir” y “permitir morir”, opina: “Soy un
opositor total al encarnizamiento médico, creo que es algo que surge de un mal
entender de la medicina, la medicina no está hecha para que alguien sea
inmortal”.
Es uno de los fundadores de la Terapia Intensiva en nuestro país. Miembro de
Honor de la Sociedad Española de Medicina Intensiva y Unidad de Cuidados
Intensivos, ha sido Presidente de la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva y
del Círculo Médico de Rosario. En la actualidad, preside el Comité de Docencia
e Investigación del Sanatorio Parque de Rosario. Reconocido por sus múltiples
trabajos sobre la especialidad, particularmente por el libro “Medicina
Intensiva”, que a través de sus seis ediciones se ha convertido en obra de
consulta obligada.
¿Qué se hacía en una terapia intensiva hace 40 años?
Terapia intensiva era un lugar físico donde iban los enfermos graves para que
alguien se ocupara de rotarlos, si respiraban mal eventualmente ponerle un tubo
endotraqueal, pasarle un poco más un poco menos de suero, y no había mucho más
para hacer. Era seguir y contemplar la evolución del paciente. Era el lugar
donde los enfermos iban a morir. Tan es así que la gente no quería ir. En este
momento, terapia intensiva es el lugar donde la gente va a vivir o a jugar su
esperanza de vida. En este momento nuestra mortalidad en terapia intensiva es
de un dígito, es de menos del 10%, y eso está basado muy significativamente en
lo que es la terapia intensiva de puertas abiertas; y a prever en el enfermo
ingresado, en cirugía, en el piso de internación, en la unidad coronaria, que
los desórdenes fisiológicos no lleguen a un nivel de afectación que impidan
después la resolución. La terapia intensiva actual es prevención. ¿Qué
significa esto? Terapia intensiva, los americanos ya lo vieron muy bien y
nosotros lo estamos implementando en la institución, es terapia intensiva de
puertas abiertas, tiene que salir al piso de internación a ver a los enfermos
para prever el desorden fisiológico y tratar de evitarlo o, por lo menos,
disminuirlo. Eso va a hacer que muchos enfermos no lleguen a terapia intensiva
o que cuando lleguen a terapia intensiva tengan más posibilidades de
sobrevivir.
¿Cree que un médico puede dedicar toda su vida al trabajo de la terapia
intensiva o lo desgasta mucho?
Yo creo que para poder trabajar toda la vida en terapia intensiva uno tiene que
ser un apasionado de la terapia intensiva. No creo que todo el mundo que hace
terapia intensiva esté preparado para vivir toda su vida ahí. Por eso es que en
muchos países, en el nuestro la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva siempre
lo ha intentado, uno tiene que crear especialidades de salida de la terapia
intensiva. Es decir, el individuo puede ser terapista intensivo y cardiólogo, y
hacer después cardiología, terapista intensivo e infectólogo, y después hacer
insectología. Es decir, tiene que haber especialidades de salida, porque
obviamente es una especialidad tremendamente desgastante. Uno está enfrentado a
la muerte, y entonces, uno tiene que tener una idea muy clara de qué es la
muerte para poder convivir con ella, lidiar con ella, amigarse con ella,
confrontar cuando es necesario, retirarse cuando es necesario. Y todo ese
ejercicio, lógicamente, genera desgaste.
¿Cuáles son las consecuencias que deja en el personal el trabajar en terapia
intensiva?
El famoso síndrome del Burnout fue descrito en la revista “Critical Care
medicine”, allá por el año setenta y pico, que es el síndrome del quemado. El
individuo que pierde interés en lo que hace, y obviamente, esto crea muchos
conflictos personales y una situación de angustia, y lo peor que puede
ocurrirle a un médico es estar en contradicción consigo mismo. Nuestra carrera
no admite la contradicción. Cuando nos peleamos con nuestra carrera, nuestra
vida es infeliz y nuestra respuesta ante los problemas de los enfermos es
inadecuada. Entonces, el burnout crea la contradicción. Estamos haciendo algo
que no nos gusta, algo que nos perjudica, no lo reconocemos, o no lo queremos
reconocer, nos desgasta y hace mal.
¿Cómo se puede prevenir eso? ¿Ustedes lo toman en cuenta en la Institución?
Sí, eso se previene con distintas cosas. Primero, el médico tiene que tener
horarios de trabajo acotados. Nosotros ya no tenemos más guardias de 24 horas,
son guardias de 12 horas, en general tratamos de establecer tiempo entre las
guardias suficiente; tenemos actividades científicas de presentación de
enfermos, de presentación de trabajos clínicos que son un poco una actividad
lúdica en el cual se juega con lo que se va a presentar; tenemos reuniones
extra curriculares fuera de la institución y al personal se le dan vacaciones y
se le dan tiempos de estadía fuera de sus horarios de trabajo para tratar de no
entrar en esta situación del burnout.
¿Cuál es su valoración de las enfermeras y enfermeros en las unidades de
terapia intensiva?
Son el elemento principal de la unidad. La enfermera es la que está al lado del
enfermo. Los médicos examinamos el enfermo a la mañana, probablemente lo
examinemos a la tarde, si hay una descompensación súbita estamos a su lado,
pero la que convive con el enfermo, la que percibe lo que al enfermo le pasa es
la enfermera. Ella tiene una relación muy particular con los familiares de los
enfermos de terapia intensiva. Es la que nos comenta: “Este enfermo no anda
bien porque la esposa le trae los conflictos de la casa”, o al revés: “Este
enfermo necesita que esté más la familia porque cuando viene la familia las dos
horas siguientes le desaparece la taquicardia”. Son nuestras principales
colaboradoras. Sin una enfermería capacitada, terapia intensiva podrá tener la
mayor tecnología, podrá tener médicos de excelencia, pero la función no va a
ser la correcta.
¿Y cómo cree que se trastorna en quienes trabajan en terapia intensiva la
concepción de que el que tienen adelante es una persona, con historia, con
biografía? ¿No hay un riesgo de que esto se pierda?
Y se pierde. Yo creo que terapia intensiva es una situación transitoria.
Nuestro promedio de estadía son tres días, dos días. En ese tiempo,
probablemente no hay tiempo de conocer la historia y probablemente tampoco de
hacer daño por no conocer la historia, porque es una transitoriedad.
Obviamente, lo ideal sería que se pudiera mantener una adecuada relación
médico-paciente, pero en esa transitoriedad, uno tiene que estar abocado a la
resolución de los problemas fisiológicos. Nosotros en el sanatorio tenemos un
equipo clínico y de terapia intensiva que es común, recorremos terapia
intensiva y después hacemos los pisos. Y los enfermos que han estado en terapia
intensiva nosotros los seguimos en las habitaciones y muchos enfermos que
vienen a terapia intensiva los conocemos desde la habitación. Eso nos permite
un mayor conocimiento de esta historia tan vital del sujeto y que lo más
importante es saber cuándo ese enfermo tiene que ser sacado de terapia
intensiva. Muchas veces nosotros aceleramos la salida del enfermo de terapia
intensiva aun con algún pequeño riesgo, porque sabemos que esa historia
familiar va a ser mucho más importante que la permanencia fijado a un monitor.
¿Cómo describiría lo que le pasa a las familias que tienen una persona en
terapia intensiva?
Es de mucho conflicto para la familia el paciente que está en terapia
intensiva. Es una situación de mucha angustia, que cambia su modelo vital. El
individuo que va a trabajar, que cuida sus hijos, que lleva el chico al
colegio, etc. tiene que interrumpir todas esas actividades porque tiene un
familiar en terapia intensiva, tiene la angustia de no saber el futuro de ese
familiar, porque el futuro puede ser la recuperación total, la recuperación
parcial o la muerte. Y en esa instancia, quizás lo que más angustia crea es la
recuperación parcial, por el después. La pregunta habitual del familiar de
terapia intensiva no es: “¿Va a vivir o se va a morir?”. Está implícito que si
está en terapia intensiva existe el riesgo de morirse. Pero la pregunta siempre
es: “¿Cómo va a quedar?” Porque a la familia le crea una tremenda angustia el
futuro del familiar.
¿Qué le diría a los médicos jóvenes que
quieren dedicarse a la terapia intensiva?
La vida del terapista intensivo es terapia intensiva, y tiene que entender que
si bien va a tener tiempo para otras cosas, para su familia y demás, el
compromiso es el enfermo en terapia intensiva. El médico que atiende un
paciente que tiene una neoplasia, le da las indicaciones, le da las
recomendaciones y difícilmente el paciente se descompense, y si se descompensa
lo van a atender en terapia intensiva. En terapia intensiva siempre atendemos
la descompensación. Entonces, el médico de terapia intensiva, no el médico de
guardia que tiene una actitud transitoria, sabe que ese rol es un rol de 24
horas por día, 7 días a la semana, 30 días por mes, porque todos esos enfermos
permanentemente están pendientes de sus decisiones. Y tiene que saber que la
única manera de compatibilizar eso es, primero, no tener contradicción, eso es
lo más importante; y segundo, tener la suficiente capacidad como para formar un
equipo de trabajo. Cuando logra formar un equipo de trabajo en el cual todos
confían en todos, ahí alivia la tensión, pero nunca desaparece.
¿Cuál cree usted que es la diferencia entre dejar morir y permitir morir?
Yo creo que el morir es un acto de la vida y el médico tiene que tener muy
claro que cuando compite con la muerte esa competencia no es para que uno gane
y otro pierda. En ocasiones, la muerte tiene que ganar. Porque en realidad no
está ganando la muerte, está ganando el buen morir del paciente que tenemos
enfrente. Soy un opositor total al encarnizamiento médico, creo que es una cosa
que surge de un mal entender de la medicina, la medicina no está hecha para que
alguien sea inmortal. La medicina tiene que saber que las cosas que son
corregibles hay que corregirlas y pelear con toda intensidad para que el sujeto
sobreviva. Las cosas que son incorregibles, y que van indefectiblemente a
llevar a la muerte, no tenemos que encarnizarnos en prolongar un proceso que lo
único que genera es sufrimiento. Hace poco había un enfermo que estaba muy mal,
con una enfermedad hematológica, en el cual le propuse a la familia hacer un plan
de analgesia, un plan de sedación y la familia se opuso terminantemente, dice:
“Porque necesita tener tiempo de vivir”, y yo pensé para mis adentros: “En
realidad, le están ofreciendo tiempo para sufrir”. Pasado un tiempo, cuando el
paciente fallece, la esposa me vino a hablar, y dice: “Doctor, entendimos
después de verlo sufrir que usted tenía razón, porque lo único que le ofrecimos
fue tiempo de sufrir, no tiempo de vivir”. Hay que saber los límites.
¿Cómo imagina la terapia intensiva del futuro, hacia adonde va?
Una de las cosas que comentábamos es la terapia intensiva abierta.
Probablemente, todas las instituciones de salud van a ser terapia intensiva.
¿Por qué? Hace cuarenta años un enfermo se operaba de una gastrectomía y estaba
un mes internado, no comía por quince días, recibía veinte transfusiones. En
este momento, un enfermo se opera de una gastrectomía y probablemente al día
siguiente o a los dos días está de alta. La cirugía ha avanzado de tal manera
que las internaciones son muy cortas, las patologías médicas se atienden en
general en domicilio. Lo único que va a quedar es el enfermo grave, el enfermo
crítico, y toda la institución va a tener que ser una especie de terapia
intensiva. Pero creo que lo más importante va a ser la terapia intensiva
abierta, en el cual los médicos de terapia intensiva tengan la posibilidad de
ver a todos los enfermos e ir previendo, va a ser una medicina intensiva
profiláctica.
¿Cree que se puede ser médico y ser feliz?
Yo creo que no se puede ser feliz sino se es médico. Mi felicidad pasa por ser
médico. Me agarro unas chinches terribles, paso momentos muy conflictivos, pero
al final del día digo: “Pero esto es fantástico”. Hoy en el consultorio viene
una madre de una niña, niña... cincuenta años, que había fallecido, y que yo la
atendía desde que tenía quince años, y me dijo: “Ella vivió por usted y para
usted, porque usted le permitió ser libre”, porque tenía una enfermedad muy
grave, y sin embargo siempre le permití vivir sola, siempre le permití que
hiciera lo que quisiera, y dice: “Usted le permitió ser ella”. Esos son los
momentos en los cuales uno entiende que ser médico es algo único, y no
transferible en cuanto a las sensaciones que genera.
Fuente:// http://www.intramed.net